Como se ha dicho anteriormente, al pròs hén substancial corresponde a una relación intrínseca y constitutiva, siendo la primera, semántica debido a que se refiere a como las categorías se enlazan a la ousía o substancia, mientras que la segunda relación, la cual es modal, es la propia del vínculo existente entre la substancia sensible y la suprasensible.
LAS CATEGORÍAS Y LA OUSÍA
Cuando hablamos de las categorías nos referimos a determinaciones accidentales necesarias y originarias que representan las plurales significaciones del ente: la cantidad, la cualidad y el lugar. Cada una de ellas tiene su propia esencia secundaria, pero no pueden ser separadas sino que para ser necesitan enlazarse a la ousía – a la esencia primaria – la cual si es independiente y separada, ya que ella sí tiene capacidad de recibir contrarios siendo ella una y sin contrario. La ousía no es un género al que se reduzcan las categorías, ya que cada una de ellas es originaria, sino que éstas le pertenecen pues no pueden ser sin ella, debido a su estatuto potencial que sólo puede actualizarse gracias a la conexión que las vincula al acto de la substancia.
El pròs hén ante el que nos encontramos es una estructura de equivocidad referencial en el que diferentes esencias se refieren a una mismidad, el acto substancial; con lo que las categorías se integran en un sistema jerárquico de pertenencias caracterizado por la prioridad de lo suficientemente determinado-concreto-estable, y por eso acto, el sujeto, sobre lo insuficientemente determinado y potencial, las categorías. Las categorías constituyen los géneros últimos, donde si hay contrarios, que se predican de la ousía, actualizándose a través y por el acto de ésta. Pero, antes de abandonar el ámbito categorial es de gran importancia tener presente que aunque las categorías sean lo condicionado ellas también son ya que no es sólo ente lo absoluto (1).
LA OUSÍA SENSIBLE Y LA SUPRASENSIBLE
El pròs hén con el que nos encontramos aquí ya no se trata de una estructura que enlaza equívocos esenciales, ya no es semántica con lo que no se puede hablar de homonimia esencial, sino modal; lo mismo es la esencia, y lo diferente es la diversidad modal de dimensiones. La clave para poder acceder a dicha comprensión es saber en que momento es necesario detener la lógica de la predicación o atribución, siendo este uno de ellos pues en este ámbito el hén ya no es ni contenido ni determinación, sino simplicidad, acto y fin del compuesto. La substancia u ousía no es relativa a otro-uno (pròs hén semántico), ni derivada de otro (kath’hén), en cuanto a la esencia, sino que su propia esencia es originaria con lo que nos hallamos en frente de una unidad de auotidentidad y mismidad.
Las dimensiones de la entidad son cada una a su manera substrato-sujeto: lo indeterminado, la materia; el principio determinante, la forma; y el compuesto de materia y forma determinado o individual. A su vez la forma posee dos perspectivas, y en las dos es la primera instancia substancial; el límite tiene dos lados; dos clases de ousía: el eîdos-hypokeímenon, el sujeto, y el eîdos haplôs, el alma específica de cada vida. En otras palabras, el acto es doble: desde lo a él relativo, es la causa final, bien o fin del compuesto que se encuentra en potencia en él mismo; y desde lo absoluto, es el télos o fin mismo, es entelécheia; es decir, “los compuestos sensibles tienen unidad esencial y substancial, que no es modalmente absoluta, sino ordenada por tensión (pròs) hacía la actualización plena de potencialidad-indeterminación” (2). Además, hay que tener en cuenta que la potencia material propia de cada compuesto nunca se actualiza plenamente ya que ésta, su virtualidad, desborda siempre la capacidad determinante y constituyente de la forma – constituyendo la explicación del movimiento y de la corrupción – aunque ésta se halle en todo instante ejerciendo su causalidad sobre la materia.
Esta aspiración a la simplicidad que se da en toda-cada vida, ni es a la esencia, que ya posee desde el momento en que nace, ni es a ser absolutamente simple y dejar de ser diverso, sino que es modal, o sea, que la esencia se exprese en todo intensivamente, que llegue a ser lo que se es desde siempre en todo momento; con lo que no hay supresión de ninguna dimensión ontológica sino inclusión-subordinación y enriquecimiento.
Siguiendo la línea típica que recorre los trabajos de Aristóteles, la esencia como causa también se dice de plurales y ordenadas maneras: como eficiente, configura-unifica-limita tal vida determinada; como formal, mantiene tal configuración; y como final, rige las acciones y movimientos propio de dicha vida (3). Todas ellas corresponden a las dimensiones del eîdos: morphé en acto y eîdos en potencia, estructura; eîdos de la morphé en acto y en potencia respecto del eîdos-télos, funciones vitales, plano del movimiento; eîdos como esencia: como télos, sentido de las funciones vitales, energeia, alma individual; y como entelécheia, el alma específica (4).
A continuación, para que podamos obtener una mayor comprensión de esta estructura referencial pròs hén que se caracteriza por una tensión permanente hacía la simplicidad modal – toda alma individual se encuentra en potencia respecto de ser ella misma en acto – expondremos los diferentes sentidos del acto.
· El movimiento (kínesis) o acto imperfecto.
Este tipo de acto es el propio de las potencia imperfectas o cinéticas, dobles, que necesitan de una doble actualización pues su actualidad es imperfecta debido a que posee fuera de ella su principio-fin y que ninguna de sus partes es completa. Es necesario un acto directo y otro final. Por ello, no es para sí mismo sino para otro, y por eso muere, cesa en su contrario, la quietud. Nunca puede coincidir consigo mismo, no tiene sentido por sí, deseo y realidad se excluyen; pertenece al tiempo cronológico, al de muerte, la esclavitud y el trabajo, y por eso fatiga y duele; siendo su única forma de perpetuarse el extenderse por la fuerza, causa de su violencia (5).
· El acto energético perfecto (praxis, enérgeia).
Al contrario que al movimiento, a la enérgeia le corresponden las potencias perfectas, completas, simples, que “se actualizan inmediatamente en la expresión de sí mismas, pasando a la presencia” (6), son para ellas mismas, “duran en el ahora de su simultaneidad intensiva, e incrementan su plenitud potencial merced a la expresión de sí mismas, porque sí retornan reflexivamente y se incrementan intensivamente” (7). Son libres porque su único fin es su propia actividad; ya no se da difracción entre deseo y realidad; las acompaña el placer, la riqueza, la felicidad, la espontaneidad, porque son amadas por sí mismas. Su potencialidad no se suprime, ni se genera ni se corrompe, se expresa, simplemente se manifiestan o no. Son reflexivas, ya que se incrementan intensivamente cuando se manifiestan, retornando sobre sí mismas; acontecer activo reflexivo, de lo absoluto que se entrega, y lo que retorna tras el don a uno mismo, intensificando la riqueza potencial. “La plenitud se alimenta de su propia expresión” (8). Así, a la expresión de lo absoluto, de lo autosuficiente, le acompaña la plenitud temporal, la sincronía, el tiempo del instante eterno, el aión. Pero si bien, no tienen que cesar debido a que no poseen límite extrínseco a ellas mismas, si son contingentes ya que pueden verse privadas de su manifestación. Resumiendo, los actos imperfectos pertenecen al compuesto mientras que los actos perfectos son actividades propias de las potencias inmóviles del alma. La naturaleza en su sentido primero es enérgeia, y ésta es la prôte ousía, el alma, aunque siendo acto en potencia, todavía ha de depender de una actualidad superior, la entelécheia (9).
· La entelécheia
La entelécheia se dice, o bien de las potencias perfectas del alma que tienden a su propia esencia, o del acto de acto sin potencia alguna, la propia entelécheia, que constituye la esencia o ley ontológica de lo que se encuentra en potencia. De este modo, el límite posee dos lados: uno como fin subjetivo, el alma-télos – enérgeia, acto perfecto de potencias – del compuesto y del movimiento, que es modalmente contingente ya que si bien no se genera ni se corrompe puede estar presente o ausente, caracterizándose por la flexibilidad que posibilitan sus múltiples potencias residente en su potencialidad perfecta, es decir, que se trata del alma individual compuesta modalmente, contingente y no separable del cuerpo, acto con múltiples potencias; el otro, como fin objetivo, es el alma que es entelécheia de enérgeia, del alma potencial, télos del acto energético, ya sí separada e inmóvil pues se trata de presencia viva y plena del acto sin potencia alguna, el alma-eîdos.
Que la entelécheia, la entidad-vida en acto, sea la causa primera y el bien máximo de toda-cada vida posee importantes consecuencias debido a que conlleva que también todos los seres vivos son eternos y divinos en la medida de lo posible pues todos ellos participan en su propia alma específica, no por derivación desde un Origen común sino por referencia a la plena actualización de las potencias de sus almas. Toda vida aspira a su propia perfección, a su alma. Así pues, los sentidos del acto se insertan en un sistema teleológico modal en el que al individuo le corresponde la kínesis, al alma individual la enérgeia, y al alma actual la entelécheia (10).
(1)Ibid pp. 406-413
(2)T.OÑATE, Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI, Dykinson, Madrid 2001, p. 434
(3)Cfr., T.OÑATE, Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI, Dykinson, Madrid 2001, pp. 417-435
(4)Ibid p. 282
(5)Ibid pp.435-437
(6)T.OÑATE, Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI, Dykinson, Madrid 2001, p. 437
(7)Ibid p. 437
(8)Ibid p. 441
(9)Cfr., T.OÑATE, Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI, Dykinson, Madrid 2001, pp. 437-448
(10)Ibid pp. 448-461
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670037355
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