viernes, 4 de abril de 2014

La barca y los dos monjes



   Una tarde de otoño, la densa bruma esconde casi por completo el río Saitama. un monje y un joven novicio se disponen a atravesarlo en una barca ligera. Las aguas están amarillas y muy agitadas, se ha levantado un viento muy violento:
- Maestro, ya sé que nos esperan en el monasterio de Rishiko, pero ¿no sería prudente dejar para mañana nuestra visita? Podríamos comer una albóndiga de arroz y dormir en la cabaña de ramas que veo allá abajo.
- ....
   Puesto que su maestro guardaba silencio, Kasuku se resigna a embarcar, empezando a remar. De la otra orilla, no se ve más que una línea oscura perdida en la bruma.
- Maestro, el río es ancho y el viento que sopla de través nos impide avanzar como queremos.
- ....
  Pasan diez minutos, que a Kasuku le parecen una hora. Rema en silencio, pero con el corazón en un puño.
  De repente, suelta los remos y se levanta con el brazo alzado:
- ¡Maestro, maestro! ¡Mirad esa barca que sale de la bruma, viene derecha hacia nosotros!
- ....
- ¡Maestro, va a chocar con nosotros, nos va a romper la barca y a hundirnos! ¡Eh, oye tú! ¡Eh! Si cojo al que guía esa embarcación le arrearé tal bastonazo que le quitaré las ganas de andar poniendo en peligro a santos varones como nosotros...
- ....
- Maestro, mirad que la barca se está acercando cada vez más y que va a embestirnos con esa proa tan afilada. Ahora ya veo al piloto, ¡ese descerebrado está durmiendo tan tranquilo!
- ...
- ¡Maestro, que está muy cerca! ¡Por Budha! Maldito sea ese piloto criminal, ojalá el ciclo de sus renacientos se extienda un millón de años, ojalá sea un chacal, hiena, rata, chinche,...
  En ese instante crítico, un remolino oportuno, o una hábil maniobra de maestro, aleja el peligro y las dos barcas prosiguen indemnes su camino.
- ¿Te has fijado en el interior de la braca, Kasuku? - preguntó el maestro zen.
- Si, maestro. La forma que yo tomaba por un hombre era solo un saco de grano.
- Dime, Kasuku, ¿contra quién entonces te has encolerizado?