El interés mostrado por Baudrillard en
torno al arte no se debe a valor estético alguno, sino a su consideración como
objeto antropológico, pues en él halla los comportamientos y funcionamientos
que alimentan la crítica a la cultura occidental. Y todo ello, lo lleva a cabo
desde un punto de vista antropológico de la imagen, por el cual el arte no cumple
ninguna función vital (no es un recurso inesperado), sino que se trata de un
objeto más al que le afecta la extición de los valores, la pérdida de toda
trascendencia, la visibilidad de todo.
El arte es una forma, algo que no tiene
historia, pero si destino, porque las formas sólo se intercambian entre ellas,
y en ello consiste la ilusión estética. Es una suerte de espejo de lo que
ocurrió en el mundo, de lo que va a ocurrir, e incluso de lo que lo va hacer
virtualmente.
En cambio, el arte contemporáneo ha caído
en el valor (cosa que se negocia, se intercambia, se comercia) en un momento en
el cual todos los valores han perdido su legitimidad. Ya sólo se da una
sospecha de nulidad, se trata de una transestización de la banalidad, una desaparición
de la ilusión. Y la hipervisibilidad que lo caracteriza es una manera de
exterminar la mirada, y por ello a lo sumo se puede sentir algún placer, pero
nunca podrá devolver ni ilusión ni verdad alguna. Por ello, no hay que proteger
el arte en esta época atrevesada por un exceso de arte, porque si así se
hiciera, aumentarían sus derechos, siempre dentro del territorio publicitario
de la cultura en el que nos encontramos.
Y este complot del arte que padecemos,
metáfora similar a la del crimen perfecto, no posee autor ya que todos nosotros
somos a la vez víctima y cómplice en una circularidad infinita que
paradójicamente se contradice en el arte, ya que éste sigue diferenciando entre
creador y consumidor.
En
fín, nos hallamos en una época en la que impera la decadencia de todos los
valores, la muerte de lo real; época en la que no existe un sistema de
representación para figurarse lo real, un sistema de valores para juzgar. Y en
ella, Warhol se alzó y se alza como punto de referencia al hallarse fuera de
los límites del arte[1].
[1] Cfr, J.BAUDRILLARD, El complot del arte. Ilusión y desilusión
estéticas, Amorrortu Buenos Aires 2006, pp. 89-96
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