lunes, 25 de noviembre de 2013

Hay que serlo para reconocerlo



Un bromista retó a Nasrudín en la casa de té:
- La gente dice que eres muy listo, pero, ¡te apuesto cien monedas de oro que a mí no me engañas!
- ¿Ah no?, espérame aquí sentado – dijo Nasrudín mientras salía fuera.
Tres horas más tardes, el hombre seguía esperando a Nasrudín y su truco. Finalmente comprendió que había sido engañado. Se dirigió a casa del Mulá e introdujo una bolsa con las cien monedas de oro por la ventana. Nasrudín, mientras tanto, yacía en la cama planeando su truco. Oyó el tintineo de las monedas, cogió la bolsa y comprobó que en ella había cien monedas de oro.
- Bien – dijo a su mujer – el amable destino me ha enviado algo con lo que poder pagar la apuesta si pierdo. Ahora lo único que tengo que hacer es idear alguna estratagema para engañar al bromista que, sin duda, estará esperándome impacientemente en la casa de té.