lunes, 11 de noviembre de 2013

Cuarta herejía de la TBE


Es mucho más difícil hablar de una cosa, que hacerla”  O. Wilde

   La mayoría de las terapias se basan en el supuesto de que el obrar sigue al pensar. Así, para cambiar un comportamiento o situación primero hay cambiar el modo de pensar y sólo después es posible cambiar la manera de obrar. Necesidad de conciencia, de racionalizar, etc. Este proceso debe de invertirse. Para cambiar primero hay que obrar y como consecuencia el pensar cambiará. Todo aprendizaje va de la experiencia al conocimiento (Piaget). No se niega la influencia del pensamiento, sino que sólo después de que se haya producido el cambio o aprendizaje, el conocimiento permite repetirlo y aplicarlo de nuevo con conocimiento de causa. 

   Tomar conciencia del cambio antes de que éste se produzca supone poner en guardia al sistema, con lo que éste se opondrá al cambio, aunque éste sea hacia un equilibrio más funcional. Por eso, la terapia se orienta pragmáticamente a la acción y a la ruptura prioritaria del sistema de retro-acción disfuncional que el paciente vive consigo mismo, con los demás y con el mundo, procurando por este medio hacer vivir concretamente nuevas experiencias. De este modo, primero se intentará producir modificaciones efectivas en la percepción-acción del sujeto, para después pasar a la redefinición cognoscitiva de aquello que se ha experimentado, en una síntesis pragmática entre la influencia personal del terapéuta y el incentivo continuado a la autonomía personal del paciente. Normalmente el cambio sucede sin que la persona se de cuenta de ello. Sólo cuando éste se ha producido, se toma consciencia de éste y se dan las consiguientes explicaciones.

   Resumiendo, la terapia estratégica es como una partida de ajedrez entre el terapétua y el paciente contra sus problemas, una sucesión de movimientos que tienden a producir efectos específicos. Después de cada cambio se redefine la nueva situación de la partida. El programa terapéutico se desarrolla estrategia a estrategia teniendo en mira los objetivos previstos y reorientándose según los efectos observados en el intento de centrar y aplicar una estrategia que puede ser eficaz para un problema determinado o un momento concreto de la terapia. No consiste simplemente en un aplicación de recetas eficaces, sino en un modo de ver los problemas humanos que no se interesa en la extinción definitiva de todos ellos, cosa que es imposible, sino únicamente en la solución focal de los problemas que, uno tras otro, pueden las personas hallar en el camino de su existencia.

La vida es un juego cuyo objetivo es descubrir reglas; 
reglas que cambian siempre y nunca llegan a descubrirse” Bateson

NARDONE & WATZLAWICK, El arte del cambio, Herder


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