Un perro había ensuciado la calle entre dos casas. Cada vecino
reclamaba que el otro la limpiara. Nasrudín estaba en el tribunal
cuando el asunto fue presentado ante el juez. A éste no le hacía
ninguna gracia que Nasrudín afirmara ser un árbitro en derecho
consuetudinario. El caso, en verdad, era peliagudo. Así que el juez
lo aprovechó para bajarle los humos al Mulá.
- Acataré tu decisión, sea cual sea, Mulá Nasrudín, ya que
estamos ante un caso difícil. Usted tiene la última palabra –
dijo el juez.
- Mi decisión – dijo Nasrudín – es que al ser competencia
de la judicatura aclarar los asuntos en una disputa, sea usted mismo
el que deba limpiarla.