jueves, 13 de junio de 2013

Refutación del Platonismo y de la Sofística




“...los dialécticos y los sofistas se revisten del mismo aspecto que el filósofo. La sofística, desde luego, es sólo sabiduría aparente, y los dialécticos discuten acerca de todas las cosas – y lo que es constituye lo común a todas las cosas – y discuten evidentemente acerca de tales cuestiones porque son el asunto propio de la filosofía. En efecto, la Sofística y la Dialéctica giran en torno al mismo género que la Filosofía, pero ésta difiere de la una [de la dialéctica] por el modo de la potencia y de la otra [de la sofística] por el tipo de vida elegido: y es que la Dialéctica es tentativa y refutativa de lo que la Filosofía es cognoscitiva, y la Sofística es aparente pero no es real.” Metaf. IV, 10004b 18-27 (1)


La clave para la comprensión de la filosofía de Aristóteles estriba en el estudio sobre la polémica en la que el estagirita se ve envuelto, por un lado, contra la racionalidad dialéctica-platónica-pitagórica, y por otro, contra la racionalidad propia de la sofística. Lo que caracteriza a ambas racionalidades es la exigencia por la cual piden que de los primeros principios también halla demostración, incurriendo con ello en petición de principio ya que siempre se mantienen en el plano cinético-motriz-material propio del movimiento y de las categorías. Y ello se debe principalmente a una cuestión ética, en no saber y/o querer reconocer y afirmar los límites constituyentes de la realidad, que vienen ya-siempre regalados, apostando en cambio por el sueño infinito y sin límite de una razón todo poderosa que desea ser autosuficiente, absoluta y legisladora de toda-cada vida (2).

En lo que respecta a la dialéctica, ésta no sabe detenerse en los primeros principios y demanda demostración de todo, incluido ellos, a los cuales se ve incapacitada para acceder ya que para alcanzarlos se hace necesario comprender que la lógica predicativa propia del juicio pertenece al ámbito material-potencial mientras que los primeros principios se encuentran en el ámbito inmaterial de la acción, al cual sólo se puede tener acceso a través de la intuición intelectual, y nunca del juicio y de la demostración. Por ello, la dialéctica es tentativa debido a que nunca alcanza el fin de su estudio por permanecer siempre en el ámbito potencial propio de los contrarios, quedándose encerrada en el movimiento lógico – en contra de la sofística que permanecerá atada al movimiento físico – sin tener acceso a aquello que ya no tiene contrario: la acción. 

Así pues, el platonismo al intentar acceder mediante el juicio a los primeros principios convierte a éstos en predicados, o sea, en géneros extensos a partir de lo cuales se derivan las diferencias. Los universales, compuestos lógicos de género y diferencia, son hipostasiados a otro mundo, pasando el ser a convertirse en un Uno-Todo indeterminado e infinito ya que cada universal se ve contenido en otro de mayor extensión y así sucesivamente hasta alcanzar a ser el predicado más oscuro de todos, el Uno-Todo, que se asemeja extraordinariamente al No Ser o Nada. Además, la racionalidad propia del platonismo es sumamente violenta debido a que nos encontramos ante una racionalidad monológica y holista basada en la lógica del origen y del juicio inquisitivo siempre insatisfecho, que nunca llega a su fin y que la única manera que posee de perpetuarse, y por lo tanto de participar en la eternidad, es imponiéndose por la fuerza.

Por el otro lado en lo que se refiere a la sofística, ésta sólo toma en consideración a los fenómenos sensibles, reduciendo con ello toda la realidad a meros accidentes, pasando a ser el hombre quien determina las leyes del lenguaje y con ello de la realidad. La sofística defiende que las únicas leyes, y verdades, que pueden existir son las que establecen los hombres entre sí por conveniencia, con lo que renuncia a poseer verdad alguna y denuncia todo intento de investigación ontológica como infecundo. El hombre pasa a ser la medida de todas las cosas, como enunciaba Protágoras, y el lenguaje pasa de ser el ámbito de manifestación de lo real y su verdad, junto a sus leyes, a un mero juguete instrumental en manos del hombre. De modo que, se sigue permaneciendo en la temporalidad lineal propia del origen y del mito. En relación con ello, la sofística es dueña de un grave peligro, pues bajo su apariencia de tolerancia hacia las diferencias y su crítica al platonismo por monista y dogmático, también ella, por relativista, es monista y violenta, ya que lo único que hace a diferencia de la Academia es multiplicar al infinito su estructura del Uno-Todo dando lugar a una infinitud de unos-todos indiferenciados entre los cuales no se da ningún enlace y criterio. Se pasa del mito del Uno-Todo-Poderoso al mito de los unos-todos-poderosos, las dos caras de la moneda del antropomorfismo.

Así pues, tanto el platonismo como la sofística no saben detener la lógica del lenguaje predicativo y atributivo – propio del ámbito de las categorías y del movimiento – llevándola a ocupar el ámbito de los primeros principios. Uno, el platonismo, lo hace por exceso, potenciando la unidad genérica sobre las diferencias o determinaciones; y el otro, la sofística, los hace por defecto, potenciando las diferencias contingentes sobre la totalidad de lo real.

Contra los dos absolutos, el del Uno y el de los múltiples unos, Aristóteles apuesta por una verdadera pluralidad ordenada y enlazada, ya que razonar es mostrar cómo se enlaza lo condicionado a su causa, en la que se admita que las leyes ontológicas del lenguaje, el principio de no contradicción, corresponden a las leyes de la realidad, y que éstas no son puestas por el hombre, sino que vienen ya siempre dadas y que sólo a partir de ellas el hombre se ve capacitado para pensar. Ello no supone que se rechace ni la perspectiva de lo uno – de los universales genéricos – ni de lo múltiple –de lo sensible – sino que se articulen ambos ámbitos en referencia a lo que si es primero en sí, la entidad. O sea, que se pase de un modo de razón que para afirmar su propia perspectiva de la realidad se ve obligada a despreciar y negar a los otros diversos enfoques, hacia una racionalidad que se caracteriza por saber conjugar-articular-subordinar las diferentes perspectivas ya que cada una de ellas, si bien todas hablan de la realidad, lo hacen respecto a un diferente plano de ésta (3).

Pero antes de finalizar con este capítulo creemos conveniente que quede lo suficientemente claro que el ser no es un género, un universal genérico común, un predicado, porque la entidad – lo propio de cada cosa – no se predica de un sujeto mientras que el universal siempre se predica de un sujeto. En orden a esto, no existe un género universal como un Uno-Todo indiferenciado a partir del cual procederían vía generativa o material por división o derivación extensa la pluralidad, la cual se encontraría subsumida en esta Nada. Con todo concluimos que la Metafísica aristotélica ni es una ontología general ni una teología particular pues se halla en las antípodas de cualquier criterio extensivo, siendo el suyo el de la comprensión intensiva por vía formal-final (4), ya que la realidad acontece en perspectivas diferenciales coherentes o enlazadas. Con lo que la Ontología, el lógos-del-ente, es una ontología hermenéutica cuya tarea es “escuchar el discurso del ser, a través de una crítica del discurso humano para convertirlo en adecuado: verdadero: el lugar donde se muestren, discutan y aparezcan los significados-sentidos de la realidad, tanto como su estructura y orden” (5), distinguiendo las plurales dimensiones de lo real con fin a integrarlas ordenadamente, ya que se trata de diferencias enlazadas a sus polos o primeros principios, ya irreferenciales, que son las dimensiones más plenas de la realidad: las acciones (6).

NOTAS

(1)La traducción del texto presentada corresponde a la realizada por T. Oñate y Zubía y C. García Santos, la cual ha sido extraída de la obra T.OÑATE, El nacimiento de la filosofía en Grecia. Viaje al inicio de Occidente, Dykinson, Madrid 2004, p.251
(2)Cfr., T.OÑATE, El nacimiento de la filosofía en Grecia. Viaje al inicio de Occidente, Dykinson, Madrid 2004, pp.249-251
(3)Para profundizar más en la polémica que Aristóteles lleva a cabo tanto con los platónicos-pitagóricos como con los sofistas ver T.OÑATE, El nacimiento de la filosofía en Grecia. Viaje al inicio de Occidente, Dykinson, Madrid 2004, pp.249-257 y T.OÑATE, Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI, Dykinson, Madrid 2001, pp. 210-212 y pp. 595-598 (Libro G ), en cuyas páginas me he basado.
(4)Cfr., T.OÑATE, Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI, Dykinson, Madrid 2001, pp. 39-44
(5)T.OÑATE, Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI, Dykinson, Madrid 2001, p. 56
(6)Cfr., T.OÑATE, Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI, Dykinson, Madrid 2001, pp. 53-59


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