martes, 27 de mayo de 2014

La ilusión del conocimiento definitivo


Quien no ha sufrido a causa del conocimiento no ha conocido nada. 
Cioran

    Esta psicotrampa del pensamiento consiste en la ilusión moderna de poder ser capaz de apoderarse de todo a través de la razón y del conocimiento, con el fin de poder dominar cada aspecto de nuestra existencia. Siendo la motivación que impulsa esta confianza desmesurada en alcanzar con la razón el conocimiento definitivo de la realidad, su total explicación, nada más que, el anhelo de seguridad y control de aquello que por su propia naturaleza no puede ser controlado. En resumidas cuentas, miedo e intolerancia a la incertidumbre junto a un deseo oculto de dominio y poder.

    Ya decía Nietzsche, que el deseo de seguridad, muchas veces, nos lleva a tomar una cosa que se sabe que es falsa por verdadera con el fin de consolarnos y tranquilizarnos. Un auténtico autoengaño que puede tener desastrosas consecuencias.

    Y dicho intento de encontrar una explicación a todo, como empresa imposible, lo único a lo que nos conduce es al sufrimiento. No es lo mismo explicar que gestionar una realidad, y lo sabemos, ya que en nuestra cotidianidad ni siquiera somos capaces de gestionar muchas veces lo más evidente. 

El intento de explicar lo inexplicable (de forma objetiva) se convierte en fuente de sufrimiento.

   La imposibilidad del conocimiento definitivo se debe principalmente a que no se puede aplicar el principio lineal de causa-efecto a la mayor parte de los fenómenos de nuestra vida, ya que se trata de fenómenos complejos en los que intervienen numerosos factores y que no aceptan tal reducción simplista. Sin contar, la influencia inevitable que todo observador ejerce siempre sobre lo observado, como muy bien sabe la física cuántica.

   La psicosolución para escapar de las redes de esta ilusión o psicotrampa es mantener un sano escepticismo ante toda verdad indiscutible, no cerrándose nunca en certezas tranquilizadoras que siempre terminan transformándose en corazas que si bien protegen, también nos asfixian. Así, de nuevo, hay que seguir el imperativo estético de H. von Foerster:

Actúa de modo que aumentes el número de posibilidades de elección. 

Psicotrampas, G. NARDONE, Paidós.


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