sábado, 27 de abril de 2013

Nuestra naturaleza búdica o iluminación





"Para clarificar la cuestión de immo (lo real) tienes que ser una persona immo (real-auténtica). Y si ya eres una persona immo, ¿qué necesidad tienes de preocuparte por immo?"
Yunju Daoying (Ungo Doyo


Este diálogo entre Mazu y su maestro Nanyue enfatiza la inmediatez de la iluminación chan, la pureza original de la mente al ser una y la misma con el Buda: “la mente es Buda”, “este preciso lugar en el que te encuentras es la talidad”. Y ello implica que la iluminación consiste en no aferrarse a nada, en abandonar toda intención, incluso la de alcanzar la misma iluminación, la misma budeidad, ¿pues si nuestra mente ya es una con el Buda, es el mismo Buda, qué necesidad hay de alcanzar aquello que ya somos? Por ello se dice que la auténtica meditación es la no-meditación.

Si el mundo, la existencia, brota de la Mente, ¿por qué imponerle pautas, por qué no dejarle que se manifieste o exprese cómo debe de ser en cada instante? Es más, ¿por qué no dejar que seamos aquello que dicte cada instante según su espontaneidad, inocencia y autenticidad? Cualquier intención por loable que sea  no significa más que desear subyugar el curso natural de las cosas a nuestras propias pasiones, creyendo ilusoriamente que las diez mil cosas, entre las cuales también nos encontramos como criaturas vivas que somos, necesitan de nosotros para mostrarse tal y como son. Todo ya se muestra tal y como es, y no lo hace ni por razón alguna ni para nadie, sino simplemente porque es su modo de acontecer o ser, su Verdadera Razón, más allá de cualquier valoración, más allá del bien y del mal. De este modo, sólo hay una cosa que hacer, al igual que un pájaro sólo se dedica a ser pájaro, y una montaña a ser montaña; sólo debemos de comportarnos en cada instante cómo lo que somos: Budas: dejar que la Realidad-Vida se exprese tal y como es, independientemente de cómo interpretemos que ese acontecer nos perjudique o nos beneficie a nosotros. Todo intento de alcanzar algo es fútil, pues ese algo ya está garantizado en su respectivo momento, interfiriendo en el curso espontáneo e inocente del Tiempo-Talidad.

Pero ello no implica, que en el fondo no haya valoración o discriminación alguna, lo que nos conduciría a posturas nihilistas contrarias a la Vida, y en el fondo impregnadas todavía de dualismo (deseo-no deseo). Que renunciemos a la discriminación implica que abandonemos nuestros deseos rígidos y brutos con los que intentamos aferrar el fluir inocente de la existencia, abandonándonos a los dictados que cada momento y situación requieren. Es hacer nuestro deseo-discriminación uno con la Verdadera Discriminación que no es otra cosa que la Acción Vital que Se Realiza a cada instante según el Cuerpo: Acción que se actualiza cómo finalidad a través de las diversas acciones que llevan a cabo las diez mil cosas de forma espontánea de acuerdo a sus potencialidades o cuerpos búdicos que expresan modos concretos del Cuerpo del Buda no siendo diferentes a éste en esencia, sino solamente en las diferentes acciones que ponen en juego, o en los diversos modos en los que la Plenitud-Vacuidad se expresa impersonalmente. La Iluminación es la Práctica, la Práctica es la Iluminación; El Dhyána es Prajñá, el Prajñá es Dhyána; El Cuerpo es Acción, la Acción es Cuerpo.

Por ello, como pone de manifiesto el diálogo, la iluminación no se alcanza mediante la meditación intencionada. La meditación quietista está todavía atravesada de dualismo sujeto-objeto, ya que el sujeto tiene la intención de alcanzar algo que cree diferente de él: la iluminación. No comprende que su mente ya se encuentra iluminada.

Resumiendo, todo se reduce a dos actitudes: una primera actitud surge cuando se reconoce un mundo objetivo concibiéndolo como algo, o sea, atribuyéndole sustancialidad (entiéndase, valoración según unas determinadas preferencias de acuerdo a lo que creamos que es bueno o malo para nosotros y para lo que nos rodea), con lo que la mente es perturbada, es decir, vaga de un lugar a otro sin encontrar descanso, su verdadero modo de ser. Pero en cambio, cuando se reconoce lo existente como algo objetivo, como algo que acontece independientemente de nuestros deseos, que simplemente es como es porque ese su sino, se descubre la mente imperturbada, clara y serena, realizándose la verdadera iluminación. Pero mantengámonos ojo avizor, pues ello no significa que exista una diferencia sustancial entre ambas actitudes, pues la actitud discriminación también es iluminación si se es capaz de ver la vacuidad en todo. No hay diferencia entre samsara y nirvana.

Nuestro único deber es comportarnos según nuestra naturaleza búdica, del mismo modo que hacen las diez mil cosas, comportarnos a cada instante como seres reales, auténticos. La budeidad no se realiza de una vez para siempre, no es algo externo que alcanza un sujeto como fruto de sus esfuerzos, sino que ella misma es la acción que somos en cada nuevo instante, acción que no nos pertenece, que hablando rigurosamente, no somos nosotros quienes la realizan, sino que nos antecede ontológicamente como determinante de lo que somos, reuniéndonos-enlazándonos junto a todo lo que nos rodea a cada nuevo suspiro-instante perfecto: creación constantemente renovada.

Un día Panshan Baoji, discípulo de Mazu, se encontraba en el mercado y oyó a un cliente hablando con el carnicero:
Deme un filete de la mejor calidad
El carnicero cruzándose de brazos dijo: “Señor, aquí todo es de la mejor calidad”