domingo, 26 de mayo de 2013

Método dialéctico o dialogal



Lo que está en juego es la búsqueda de las causas y de los principios de los entes. El método que Aristóteles lleva a cabo en dicha búsqueda es un modo de racionalidad dialéctica o de diálogo con las opiniones y tesis más autorizadas que se han vertido en lo concerniente a dicho problema. Así pues, dicho método partirá y se basará en los éndoxa para a partir de ellos diseñar y valorar críticamente el estado de la
cuestión sobre cuales son las causas y los principios de los entes. El siguiente momento del método es el aporemático, en el cual se pondrá a las diversas posturas a dialogar entre si para hacer notar que puntos convergen y en cuales difieren, con la finalidad de aclarar que cuestiones son las que se hallan en juego y suprimir todos aquellos falsos planteamientos que nos mantenga atenazados y no nos permitan la llegada a aquello a lo que dirige nuestra búsqueda. En el tercer momento se replantean las cuestiones en búsqueda de soluciones a las aporías (1), con lo que nos encontramos en un momento hermenéutico en el cual se tiene en cuenta los diferentes planteamientos que han surgido en y a través de la tradición en la que se inscriben, con el propósito de reelaborarlos crítica y racionalmente a favor de la verdad.


Un aspecto de gran relevancia que no nos gustaría dejar sin tratar es que el método filosófico aristotélico ni es silogístico ni demostrativo, es decir, que no opera por división-derivación a partir de un origen, ya que aquello a lo que se pretende llegar, los primero principios, son indemostrables y no se tratan de géneros extensos. Además, el método dialéctico propio de la filosofía no es tentativo como la dialéctica platónica sino que es conclusivo debido a que él si es capaz de alcanzar aquello que persigue.

Con todo ello, el método se convierte en una vía refutativa en la que está prohibido el recurso al infinito en lo que se refiere a la búsqueda de los primeros principios, teniendo siempre presente que “lo primero para nosotros es lo último en sí y lo primero en sí es lo último para nosotros”. Por último, reseñar que los momentos que lo estructuran se hallan entre sí en una relación sincrónica, y no en un orden procesual-diacrónico, con lo que se pueden intercambiar o combinar. De este modo, se puede concluir que el método propio de la filosofía es la discusión histórica, hermenéutica y dialógica de los problemas que la tradición nos ha legado, renovando a la misma tradición a la que se pertenece a la misma vez que conseguimos abrirnos paso a través de los problemas que nos trasmite (2).

NOTAS

(1) Es de gran importancia tener siempre presente que la única salida a una aporía es la comprensión de que el problema al que intenta dar solución se encuentra mal planteado, con lo que para abrirse paso a través de ella se hace necesario un nuevo planteamiento del problema, siéndose consciente de que éste se halla inscrito ya siempre en una tradición cultural y lingüística.
(2)Cfr., T.OÑATE, Para leer la Metafísica de Aristóteles en el siglo XXI,
Dykinson, Madrid 2001, pp. 84-85 y 563-564 y 573-574


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sábado, 18 de mayo de 2013

Nietzsche: de las alegrías y de las pasiones




            El cuerpo podría considerarse como un campo de batalla entre las diversas fuerzas o potencias que lo atraviesan, una lucha encarnecida entre pasiones (demonios) y virtudes (ángeles). Toda virtud (pasión alegre) y pasión triste son hábitos o costumbres, y como tales siempre son modos concretos que tiene las fuerzas o potencias de actualizarse y relacionarse entre sí. Así pues, las virtudes remiten a hábitos caracterizados por una relación entre las fuerzas o potencias en la que la diferencia-relación que se ha impuesto es la que corresponde a las activas, o sea, que las fuerzas se expresan o se actualizan según de lo que son capaces y en su justa medida, lo que les permite alcanzar la excelencia. Mientras que por otro lado, la relación imperante en las pasiones tristes es la impuesta por las fuerzas o potencias reactivas, relación a través de la cual las restantes fuerzas o potencias se ven separadas de sus propias capacidades, hallando su modo de expresión ya sea en el defecto o en el exceso, pero sin la medida adecuada y por lo tanto sin excelencia . Tras lo dicho, el hombre superior, caracterizado por una voluntad de poder afirmativa, transformará sus pasiones tristes en pasiones alegres, o sea, en virtudes que remitan al sentido de la tierra, de la vida. Pero esta afirmación de lo trágico no conlleva la cesación de la guerra, pues también se da lucha entre las diversas virtudes, lucha que por otro lado es necesaria ya que cada virtud quiere para sí toda la voluntad de poder. Con lo que el camino hacia la superación del hombre pasa por esta guerra entre virtudes, por un verdadero amor hacia éstas, entendidas ellas como hábitos creativos breves, o sea, dispuestos a perecer para dar lugar a otros todavía más creativos, o lo que es lo mismo, a una mayor sensibilidad.

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